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Sábado, 20 de Abril de 2024

Alpinista ignoró a su madre, fue al Citlaltépetl y ahí murió

A más de 50 años del deslave en el que quedó sepultado, este jueves se realizó un ascenso para localizar lo que serían sus restos
Jueves, 5 de Marzo de 2015 16:36

“Si yo lo tuviera enfrente le reclamaría: te dijo mi mamá que no te fueras, dijo que no te fueras y la desobedeciste, y mira…”, describe con la voz cortada por los recuerdos la señora Reyna Espinoza Camargo, quien espera que los restos de un alpinista hallados en el Pico de Orizaba sean los de su hermano Juan.

Una mezcla de emociones y sentimientos nublan su mente, desde que se difundió la noticia: “Luego de 50 años hallan cuerpo de alpinista en Citlaltépetl”.

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Su pasión por escalar nació mientras trabajó en una empresa comercializadora de azulejos en la ciudad de Puebla, su propietario, de apellido Manci, tenía un club alpino, con el que fue a excursiones en múltiples ocasiones.

Fue aceptado formalmente sin haber alcanzado la mayoría de edad, y tras apenas haber concluido la secundaria realizó la trilogía, es decir, en tres meses ascendió al Popocatépetl, el Iztaccíhuatl y el Citlaltépetl, uno cada 30 días.

Recuerda aquel 31 de octubre de 1958, ese día, a sus 17 años, Juan Espinoza Camargo partió por última vez a un ascenso de montaña, desde su casa en el centro de la ciudad de Puebla.

Aunque salía hasta 4 veces al año a una excursión, ese día en particular, su madre, Magdalena Camargo Galicia, le pidió que no se fuera porque tenía miedo, pero no le hizo caso.

“No te preocupes, que será la última vez que yo vaya a una volcanada”, respondió Juan. Y así fue.

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El 2 de noviembre, su familia comía alrededor de las 4 de la tarde cuando alguien llamó a la puerta, eran miembros de la legión a la que pertenecía. Dijeron que hubo un accidente y que una avalancha tomó por sorpresa a los 6 excursionistas.

Doña Magdalena no podía creerlo, ese presentimiento de un día antes tuvo razón de ser, estaba desconsolada, un ambiente de tristeza invadió el hogar en donde estaban los 11 hermanos del alpinista. Su padre, Julián Espinoza Flores, estaba trabajando en Guadalajara.

A partir de esa fecha, autoridades y grupos de escaladores realizaron constantes búsquedas, poco a poco fueron disminuyendo, de una frecuencia semanal, a excursiones cada 3 o 4 meses, finalmente, cada año o 2.

Los expertos indicaron que habría que esperar los deslaves naturales, que ocurren cada 10 años aproximadamente.

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En alguna ocasión, Juan le dijo a su madre que el amor que sentía hacia ese deporte era enorme, a tal grado que incluso mencionó que si algo pasaba la montaña debería ser su última morada.

“El día que yo me muera, por favor, no me entierres en el panteón, llévame al volcán que ahí me quiero quedar”, afirmó.

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Este jueves, siete alpinistas de Protección Civil salieron rumbo a la cara norte del Citlaltépetl, para rescatar el cadáver de la persona que fue encontrada el pasado domingo.

La señora Reyna espera que se trate de su hermano. Dice estar tranquila y a la vez nerviosa, pero lo más importante, a pesar de la fe es consciente de que podría tratarse de uno de tantas personas que jamás bajaron del Pico de Orizaba.

Al cuestionarle qué le diría a Juan si pudiera hablar con él por última vez, fija la mirada en el suelo, su semblante se entristece de un momento a otro y comienza a llorar.

“Si yo lo tuviera enfrente le reclamaría: te dijo mi mamá que no te fueras, dijo que no te fueras y la desobedeciste, y mira…”, menciona.

Aun así, le recuerda con mucho amor, pues fue un hermano amoroso, protector, al pendiente de la familia.

En caso de ser él, afirma que le dará “cristiana sepultura”.

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