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Sábado, 20 de Abril de 2024

Meditación sobre Korenfeld

14 Abril, 2015

David Korenfeld presentó su renuncia a la dirección de la CONAGUA el pasado 10 de abril como consecuencia de la noticia de su uso del helicóptero oficial para fines particulares once días antes. Las opiniones públicas, los comentarios de los lectores, la defensa del funcionario y la reacción del gobierno nos revelan notas inesperadas del carácter mexicano.

¿Por qué provocó tanta indignación que Korenfeld usara el helicóptero para trasladarse con su familia al aeropuerto para irse de vacaciones? “Porque cometió un delito... un abuso de confianza... gastó nuestros impuestos para beneficio personal”. Eso es lo que dijeron todos los acusadores. Pero se puede sospechar que hay algo más: el enojo que producen los privilegios. Usó su autoridad para evitar los congestionamientos de tránsito que ‘los proles’ enfrentamos todos los días.

Por esos días circularon fotografías de Angélica Rivera y sus hijas de compras en un centro comercial “de super lujo” en la ciudad de Los Angeles. El enojo público no fue menor que en el caso de Korenfeld, pero no es delito ir de compras y el asunto pasó. Nuestros gobernantes deberían saber que los lujos y los privilegios enojan, aunque no sean delitos. Usar un reloj de un millón de pesos no es delito, pero quien quiera la simpatía popular debería evitarlo.

El juicio y la condena ciudadana de Korenfeld fue fulminante: “Que renuncie, que le apliquen todo el peso de la ley”. Nadie ponderó sus logros ni su idoneidad al frente de la CONAGUA. Ningún mérito compensa tan grave falta. Entre las acusaciones asomó la cabeza el vergonzoso antisemitismo mexicano que se resiste a morir.

En su defensa, Korenfeld alegó que sólo fueron ocho minutos de uso del helicóptero. ¿Es un buen argumento? ¿Sería igual de grave si sólo hubiera sido un minuto o toda la semana santa? En el juicio popular, un delito, aunque sea breve, es un pecado y debe expiarse. La defensa de los ocho minutos implica el desconocimiento de las leyes que gobiernan la opinión popular mexicana.

La reacción de Los Pinos fue, aparentemente, esperar un poco a ver si las cosas se calmaban. Es lo sensato desde un punto de vista conservador. ¿Pudo reaccionarse de otra manera? Sí, sin duda. El presidente pudo aprovechar la oportunidad para enviar el mensaje de que en su gobierno no se toleran abusos de autoridad. En lugar de eso, el mensaje fue que sí se toleran mientras no haya suficiente indignación popular. Tal como sucedieron las cosas, la renuncia de Korenfeld se percibe como una derrota para el presidente a manos del pueblo vigilante. He ahí el problema: que en México el pueblo y el gobierno se conciben como enemigos.


Twitter: @memohinojosa

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