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Jueves, 28 de Marzo de 2024

Los guías que no llevan a ningún lado

25 Abril, 2015

Juan Salvador Gaviota –el ave protagonista de la novela de Richard Bach- se aventuró a convertirse en la primera gaviota del mundo en realizar acrobacias aéreas. Al volver con su bandada, iba pensando: “Cuando sepan lo del Descubrimiento, se pondrán locos de alegría… ¡Podremos ser libres!”. Pero al llegar, por “transgredir” las costumbres, fue reprendido así: ”Aprenderás que la irresponsabilidad se paga. La vida es lo desconocido y lo irreconocible, salvo que hemos nacido para comer y vivir el mayor tiempo posible”. Entonces, Juan exclamó: “¿Quién es más responsable que una gaviota que ha encontrado y que persigue un significado,  un fin más alto para la vida?... Dadme una oportunidad, dejadme que os muestre lo que he encontrado”. Pero las gaviotas, todas de acuerdo, “cerraron sus oídos y le dieron la espalda”.

Hay quienes, como esa bandada de gaviotas, se han resignado a pensar que los seres humanos hemos nacido solo para “escarbar” en la tierra y extraer placeres, cosas y diversiones para “alimentar” la existencia, sin preguntarnos por el sentido de la vida, pretenden decirle a los demás que hacer con su cuerpo, cómo vivir su sexualidad, de qué manera actuar y que deben pensar, mirando al mundo como si fuera “plano”, piensan que no hay nada más allá de los límites dela tierra. Así, proclaman que si es técnicamente posible hacer algo ¡pues que se haga!, ya que para ellos lo importante son los resultados inmediatos. Por eso exaltan a los que se divierten sin el mínimo pudor, a los que saben como tranzar, a los abusivos y prepotentes. No miden las consecuencias de ese pragmatismo que, al hacer a las personas egoístas y utilitaristas, termina por convertir a la sociedad en un despiadado campo de batalla en el que cada uno debe defenderse de los otros.

Cristo, el pastor que nos guía hacia un paso siempre abierto

¿Pero estarían dispuestos estos “guías” a renunciar a algún placer, ventaja o comodidad para ayudar al prójimo? ¿Darían su vida por otro? ¡Claro que no!; porque en realidad los demás, mientras no les afecta a ellos,  no les interesan. No son suyos. En cambio sí existe un auténtico guía, Jesús, que nos dice: “Yo soy el buen pastor que da la vida por sus ovejas” ¿Y por qué da su vida? Porque las “ovejas” somos suyas y nos ama. Y porque somos sus ovejas, Él nos conoce y se nos da a conocer. ¡Se nos da a conocer Aquel que conoce al Padre, que ha creado con sabiduría y amor todas las cosas, que nos ha hecho a imagen y semejanza suya,  que nos ha redimido en su Hijo y nos ha santificado por su Espíritu, haciéndonos así partícipes de su plenitud!

Jesús, el buen pastor, convoca a la humanidad dispersa por el pecado en la unidad del redil de Dios, la Iglesia, donde nos hace hijos del Padre, para que cuando se manifieste, seamos semejantes a El, como dice San Juan. Por eso San Pedro afirma: “Ningún. otro puede salvarnos”. Él hizo lo que aconsejó, manifestó lo que mandó –comenta San Gregorio Magno-, dio su vida por sus ovejas,  para hacer de su cuerpo y de su sangre un sacramento para nosotros y para poder saciar con el alimento de su carne a las ovejas que había rescatado”. Conscientes de esto, debemos decir con el salmista: “Te damos gracias Señor… porque tu misericordia es eterna. Más vale refugiarse en el Señor, que poner en los hombres la confianza".

 “El verdadero pastor es aquel que conoce también el camino que pasa por el valle de la muerte –afirma el Papa Benedicto XVI- … Él mismo ha recorrido este camino, ha bajado al reino de la muerte, la ha vencido y ha vuelto para acompañarnos… y darnos la certeza de que, con El, se encuentra siempre un paso abierto”. Unidos al buen pastor podemos comprender quien es Dios y que es la persona humana; y de esta comprensión amorosa surge el impulso de atraer a su rebaño a quienes no están en el. Por eso, en este IV domingo de Pascua celebramos la jornada mundial de oración por las Vocaciones, implorando la intercesión de la Virgen María, para que, “las semillas de vocación que Dios siembra en el corazón de los fieles lleguen a una plena maduración y den frutos de santidad en la Iglesia y en el mundo”. Roguemos que haya muchos esposos, laicos, sacerdotes, diáconos y personas consagradas dispuestos a conducir a la humanidad al encuentro con Dios.

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